Escribir en equipo La fuente de la salud ha sido todo un regalo del que me siento muy agradecida y plenamente satisfecha. El libro está concebido de tal manera que puede ser leído en el orden que cada uno desee, si bien valdría la pena hacerlo de principio a fin para comprender mejor su lógica interna. Hay una primera parte dedicada al funcionamiento del cuerpo humano, entendido éste como un todo unificado. En dicha parte hemos tratado de huir de un lenguaje excesivamente técnico, al objeto de facilitar la lectura, lo cual no quiere decir que hayamos bajado el listón del rigor científico.
También existe un amplio capítulo dedicado a la alimentación, tema que hoy en día preocupa sobremanera. Tal como decía el médico griego Hipócrates, padre de la medicina clásica: “Que tu medicina sea tu alimento, que tu alimento sea tu medicina”. Pues bien, ese es nuestro criterio médico al referirnos a la alimentación. En dicho capítulo explicamos cómo hemos de alimentarnos, dónde encontrar los nutrientes necesarios y cómo aprovecharlos mejor. Hay que ser conscientes de que nuestro alimento puede ser una medicina, pero también un veneno. Más allá de las generalidades, ofrecemos algunas claves dietéticas para algunas enfermedades específicas, como la candidiasis o el cáncer, por desgracia cada vez más comunes hoy en día.
Introducimos, al mismo tiempo, un concepto relativamente nuevo en nuestro país como es el de segundo cerebro atribuido al intestino. Si pensamos en la morfología del intestino y el cerebro podemos comprobar que tienen ciertas similitudes. Pues bien, el 95% de la serotonina se segrega en el intestino, con lo que las condiciones del aparato digestivo guardan una estrecha relación con nuestro estado de ánimo, ya que, como se sabe, la serotonina tiene que ver, justamente, con el estado de ánimo y el reposo. De ahí que se la conozca como la hormona de la felicidad. Además de la alimentación, los fundamentos de la salud son el ejercicio físico, el descanso reparador, la respiración y, por supuesto, nuestra vida emocional. El libro contiene consejos prácticos, muy fáciles de incorporar en nuestra dinámica diaria, en dichos ámbitos.
En la tercera parte del libro, hablamos de los llamados campos interferentes, que es una de las especialidades médicas que habitualmente utilizamos en nuestro centro médico. Se trata de buscar y tratar las inflamaciones crónicas, cicatrices, problemas en la boca, etc., que nos restan fuerzas y nos roban buena parte de la energía que el organismo necesita, cada día, para realizar todas sus funciones y regenerarse. La mayoría de los casos, los campos interferentes son tratados mediante la terapia neural, consistente en infiltraciones con anestésicos locales.
Igualmente, el libro contiene todo un capítulo dedicado a los tóxicos ambientales, una de las realidades más tristes y acongojantes con la que hoy tenemos que convivir. Y es que vivimos en una verdadera sopa de tóxicos. El mundo en el que habitamos está contaminado y, en consecuencia, todos nosotros lo estamos también. Cuando nacimos, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, la tierra ya había sido envenenada con productos provenientes de gases tóxicos de la Segunda Guerra Mundial que la industria química transformó en pesticidas y herbicidas. La mayoría de nosotros mamó DDT en la leche de nuestras madres al nacer. La incidencia brutal de cáncer hoy en día no es ninguna casualidad. Según estudios realizados, recientemente, uno de cada dos niños que nacen hoy y dos de cada tres niñas tendrán cáncer durante su vida. Por consiguiente, es preciso decir que el cáncer no es fruto del azar, ni una cuestión meramente genética. En realidad, sólo el 2% de los cánceres son de origen genético. Todo ello obedece más bien a la ceguera de quienes por afán de lucro han envenenado la Tierra, que en definitiva es nuestro hogar, y con ella a las propias personas.
También nos ocupamos en el libro de los disruptores endocrinos. Éstos son substancias que se comportan como si fuesen hormonas, estrógenos concretamente, sin serlo, actuando como cancerígenos, sobre todo de aquellos cánceres dependientes de estrógenos, como el cáncer de mama o de ovarios. Los jabones, cremas y perfumes contienen disruptores endocrinos, como, por ejemplo, ftalatos y parabens. También los productos de la limpieza y el jabón de la roba los contienen, así como los plásticos, las pinturas, los barnices y demás. Por supuesto, no se trata de no lavarse, sino de utilizar los productos sin tóxicos existentes en el mercado.
Por su parte, las radiaciones también son causa de enfermedades. Hemos de distinguir entre las radiaciones naturales y las artificiales. Las primeras, que provocan lo que se conoce con el nombre de geopatía, son corrientes subterráneas de agua que debilitan a las personas que viven sobre ellas, hasta el punto de provocar cánceres y leucemias. En cuanto a las radiaciones artificiales, se trata de las producidas por las nuevas tecnologías, como la telefonía móvil, los teléfonos inalámbricos, el wi-fi, la televisión, etc. Una vez más, no se trata de renunciar a dicha tecnología, sino de hacer un uso inteligente, en la medida de lo posible.
Dentro del capítulo dedicado a los tóxicos ambientales también hacemos mención a los metales pesados. Nuestras autoridades políticas nos instan a “apilar el mercurio a parte” y, sin embargo, tenemos mercurio en la boca en forma de empastes dentales. El plomo, titanio, cadmio y otros los respiramos, los ingerimos a través de los alimentos o, simplemente, los llevamos encima en forma de amalgamas, prótesis o implantes, como ya hemos dicho. Los metales pesados pueden provocar desde dolor e inflamaciones, hasta enfermedades autoinmunes.
En La fuente de la salud hablamos de lo estudiado y aprendido, de lo observado y corroborado a lo largo de unos cuantos lustros ya de una práctica médica que hemos tratado de llevar a cabo con una visión lo más amplia e integradora posible, consciente y también crítica, cuando lo hemos juzgado necesario. Lo que aparece en cada página del libro es fruto, pues, de nuestra experiencia médica con aquellas personas que han confiado en nosotros a lo largo de los años. Vaya desde aquí nuestro más sincero agradecimiento, pues sin ellos este libro no tendría sentido.
Doctora Montserrat Noguera Fusellas